domingo, 3 de mayo de 2009

Masotta '56 – 3. El sentido y la historia

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Y se puede, así, tocar fondo en el espíritu, embellecerlo y profundizarlo, no casualmente diciendo la verdad sino callándola. La verdad no dicha, interiorizándose, se hace más preciosa. Y se llegará al extremo de hacer de la cobardía de callar la virtud sustitutiva de la valentía de hablar.
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Mientras tanto y en la práctica, estamos seguros de ganar muy poco asignando por decreto la maldad intrínseca a un gobierno salvo, eso sí, para justificar todas las maldades del régimen que lo ha seguido: posteriormente a 1930 los conservadores justificaban su gobierno recordando las deficiencias del régimen yrigoyeniano. Se comprende, por otra parte, de dónde sale la manía justificatoria del actual gobierno que chorrea en las páginas de Sur: junto al Mal absoluto todo Mal no puede más que inscribirse en lo relativo... En fin, lo que más predispone contra Sur es su buena conciencia. Por otra parte, creemos en contra del modo general de interpretar política de las derechas, que la historia tiene sentido: Perón –el aventurero, el hombre sin escrúpulos, sin moral, sin principios, el arribista, el cómico, el “monstruo”, el “personaje craso”, el “anticuado tirano”, el “hombre menos original” que los peores romanos, el falso, el hipócrita, el hombre de la voz “que conocía el registro de todas las infamias”, en fin, el payaso– no explica ni determina los diez años de peronismo que hemos vivido. Si la historia tiene sentido, si de alguna manera se puede hablar de sentido de la historia no se puede hacer de un hombre el productor absoluto de ese sentido sin caer en el absurdo. No se trata de discutir si Perón era un payaso o no (no lo era). Se trata de describir las condiciones que hicieron posible que ese hombre nos gobernara durante diez años, que es “ilusión comique” pudiera convertirse en la esperanza del proletariado argentino. Porque es necesario que la historia tenga sentido para poder imaginar la posibilidad de actuar sobre ella –y aún, para que el voto o la simple opinión política puedan levantarse sobre el escándalo que significa ya, en las sociedades liberales, el hecho de que se vote o se opine completamente a ciegas. De que se vote trabajando por alguna propaganda o por alguna demagogia...; como dicen en Sur. Pero se sabe, las propagandas, en las sociedades liberales y democráticas, están en la base de su pundonor por la libertad. La libertad política brota de ella de la idea de libertad y ésta toma cuerpo en la libertad de expresarse y de hacer propaganda. Es decir: la libertad de trabajar las conciencias. Y dicho al revés: lo que está en la base de las sociedades liberales es el profundo convencimiento –o la esperanza indomable...– de que la historia no tenga sentido.

(“Sur” o el antiperonismo colonialista en 'Conciencia y Estructura'. Ed. Corregidor. Bs.As. 1990. pp. 110-111)

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