sábado, 20 de marzo de 2010

Qué es Peronismo? - Beantwortung der Frage: Was ist Peronismo?

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¿Qué es Peronismo?
Beantwortung der Frage: Was ist Peronismo?

Una vez más nos encontramos con la dicotomía progre-peruca, cuando al rememorar el pequeño escrito de Kant, siempre reculamos en chancleta por la autopista Foucault-Progresismo Tilingaux. Y hete aquí que ondeando por efluvios de ya vetustas modas universitarias, nos cruzamos con posiciones similares -y siempre franchutas-, como la del viejo de-certó:

“Mi posición consiste más bien en explicitar mi lugar particular (en lugar de camuflarlo bajo un discurso supuestamente capaz de englobar a los otros), ofrecer la mayor cantidad de propuestas posibles, teóricas y prácticas, para ser discutidas por el grupo, y recíprocamente ejercer una acción interrogativa en los participantes que los lleve a plantear su diferencia y a encontrar en las sugerencias que yo puedo hacer la forma de formularla con energía. Los modelos teóricos propuestos tienen por función destacar los límites (la particularidad de mis preguntas) y posibilitar los desvíos (expresión de experiencias y de otras cuestiones). De esta forma se produce el trabajo común que crea acontecimientos; una serie de diferenciaciones permite a cada uno especificar paso a paso su propio camino en la masa de informaciones intercambiadas.” (¿Qué es un seminario? - Michel de Certeau Publicado en Esprit nº 116, Nov/Dic.1978 Trad. Francisca Comes)

Así nos encontramos otra vez con la terca e insistente postura -desconocemos por qué tal tosudez-, en renegar de aquella verdad incontrovertible ya alojada por el pueblo peruca en las escuchas y registros consuetudinarios. Pero no se trata de nacionalismo pedorro o sublime -que para el caso es lo mismo-. No. No tenemos nada contra los franchutes, y en verdad, no nos cuesta reconocerlo. Es que hasta el viejo Althusser se refería de algún modo y tangencialmente a nuestra posición, es decir, en lo que se refiere a aquello de nuestros antecedentes.

Nos referimos a posiciones y posturas ululantes que en definitiva reniegan de que la verdad es la única realidad, embrollada en lo real. O para decirlo de otro modo, en la primacía de la práctica sobre la teoría. Si no fuera por ello no pudiera comprendense el encono y la furia contra la articulación significante que el lacanocookismo tomara del General:

“Lo que se puede asegurar es que un conductor de la política no podrá jamás conducir bien si él no toma su puesto justo o no establece una comunión absoluta en el orden espiritual con la masa que conduce. Las masas políticas no se conducen por órdenes.
No; hay un “fluido magnético” que une a los hombres que están en una misma causa y les forma un espíritu similar, dentro de esa alma colectiva, que es la primera acción de la política que debe ser conducida.
Esa comprensión [...] obliga al conductor de la política a tomar su perfecta colocación; vale decir, a tener un sentido, una ductilidad y un tacto especiales sobre su ubicación política, su ubicuidad política.
Después que percibí eso, hice una apreciación de situación propia, para ver qué era lo que resumía o cristalizaba todo ese proceso de inducción, diremos, de la masa. Llegué a una conclusión y comencé una prédica, para llevar la persuasión a cada uno de los que me escuchaban sobre qué era lo que había que hacer.
Lo que había que hacer era parte de lo que ellos querían y parte de lo que quería yo.

[...] Lo que yo quería era agradarles un poco a ellos, pero los que me interesaban eran los otros, los que estaban enfrente, los que yo deseaba sacarles. Los dirigentes comunistas me traían a la gente para hacerme ver a mí que estaban respaldados por una masa. Yo los recibía y les hacía creer que creía eso. Pero lo que yo quería era sacarles la masa y dejarlos sin masa.
Es el juego político natural; es lógico.
Cuando les hablaba a los hombres, les decía primero y mezcladito lo que había que hacer, lo que yo creía y que quizás ellos no creían. Pero cuando yo les decía la segunda parte, que era lo que ellos querían, entonces creían todos, y se iban con sus ideas y con mis ideas, y las desparramaban por todas partes. Empezaron por decir: hay un loco en la Secretaría que dice algunas cosas que son ciertas, que nos gustan a nosotros. Llegaban diez y les hablaba a diez; si llegaban diez mil, les hablaba a diez mil; si llegaba uno, le hablaba a uno. Era mi tarea. Mi tarea era persuadir.”

Juan Domingo Perón
Conducción Política
1952
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